La santidad es el sueño del ego y la vigilia del alma inmortal, del ego nutrido de impresiones sensoriales y lleno de deseos, y del alma libre, cristalizada en Dios. La superficie móvil de nuestro ser debe dormir y, por consiguiente, retirarse de las imágenes y los instintos, mientras que el fondo de nuestro ser debe velar en la consciencia de lo Divino e iluminar así, como una llama inmóvil, el silencio del santo sueño.
Schuon, Las Perlas del Peregrino, Olañeta, España, 1990.