Radha e Krishna, página do Gita Govinda, Kangra, c. 1820.

La transparencia metafísica de las cosas y la contemplatividad que responde a ella hacen que la sexualidad, en su marco de legitimidad tradicional – es decir, de equilibrio psicológico y social –, pueda revestir un carácter meritorio, lo que, por lo demás, la existencia de dicho marco muestra de antemano; en otros términos, no sólo cuenta el goce – aparte la preocupación por la conservación de la especie –, existe también su contenido cualitativo, su simbolismo a la vez objetivo y vivido.

La base de la moral musulmana es siempre la realidad biológica y no un idealismo contrario a las posibilidades colectivas y a los derechos innegables de las leyes naturales. Pero esta realidad, aún constituyendo el fundamento de nuestra vida animal y colectiva, no tiene nada de absoluta, pues somos criaturas semicelestiales; siempre puede ser neutralizada en el plano de nuestra libertad personal, pero no abolida en el de nuestra existencia social.

Lo que hemos dicho de la sexualidad se aplica analógicamente – sólo desde el punto de vista del mérito – al alimento: como en todas las religiones, en el Islam comer demasiado es un pecado, pero comer con mesura y con gratitud hacia Dios, no sólo no es un pecado, sino que incluso es un acto positivamente meritorio. Sin embargo, la analogía no es total, pues el Profeta «amaba las mujeres», no «la comida». El amor a la mujer está aquí en relación con la nobleza y la generosidad, sin hablar de su simbolismo puramente contemplativo, que va mucho más lejos. 

Schuon, Comprender el Islam, capítulo 1, José Olañeta Editor, 2009.